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El ambulantaje y las contradicciones del orden público en Oaxaca

El ambulantaje y las contradicciones del orden público en Oaxaca

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Oaxaca.- Una vez más, el centro histórico de Oaxaca de Juárez —patrimonio cultural y corazón político del estado— se convierte en escenario de tensiones entre la legalidad, la necesidad y la negociación circunstancial, el ambulantaje

Este viernes, aprovechando la movilización de organizaciones sociales y del magisterio oaxaqueño en el Zócalo capitalino, un grupo de vendedores ambulantes se instaló sobre los arcos de Flores Magón con la anuencia temporal del magisterio y bajo el aparente consentimiento tácito de las autoridades. La condición: permanecer solo hasta las tres de la tarde, coincidiendo con la culminación de las protestas.

Aunque el Ayuntamiento de Oaxaca y el gobierno estatal insisten en que se mantendrán firmes en evitar el ambulantaje en espacios públicos, la realidad demuestra que, al calor de las movilizaciones, esa política puede ser, cuando menos, negociable. Este episodio pone de relieve una contradicción preocupante: se tolera lo que se dice combatir.

Venta informal crece ante movimizaciones

Las autoridades, al permitir estos espacios de venta informal, aunque sea de manera temporal, envían un mensaje ambiguo. ¿Es válida la ley solo cuando no hay presión social? ¿Pueden los principios de orden urbano ser flexibles frente a alianzas tácticas?

Por supuesto, no se puede ignorar la realidad de fondo: el ambulantaje no es solo una expresión de informalidad, sino también de necesidad económica.

Muchas familias dependen de esas ventas para sobrevivir. Pero una solución estructural no puede descansar en acuerdos momentáneos ni en excepciones improvisadas.

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Este caso, aparentemente menor, es una muestra clara de lo mucho que falta por hacer en materia de regulación justa, oportunidades laborales formales y una política coherente de ocupación del espacio público.

Lo que hoy se tolera por unas horas puede convertirse en norma mañana, erosionando poco a poco la autoridad institucional y el equilibrio entre derechos sociales y orden urbano.

El Zócalo de Oaxaca no solo es un símbolo político. Es también un espejo del estado. Lo que ahí ocurre debería hacernos reflexionar no solo sobre el ambulantaje, sino sobre la capacidad del Estado para sostener sus propias decisiones frente a las presiones del momento.


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